Lupina Lara de Elizondo
Universo mágico lleno de detalles.
2005
El hiperrealismo surge en los Estados Unidos el los años sesenta como reacción al movimiento conocido como informalismo. Esta corriente había surgido en Europa en los años cincuenta como consecuencia del hastío de la guerra, y su filosofía se basa en el existencialismo de Sartre. Los informalistas, como Francis Bacon, trabajaron deformando y destruyendo la forma, en un acto que refleja frustración y dolor; ejemplo de ello son sus rostros deformados. Para quienes vivieron los estragos de la guerra, la realidad había perdido sentido e interés. Después de varios años las heridas se habían cerrado y la reconstrucción se encargo de borrar la huella de la desolación. Para los norteamericanos, en cambio, el proceso de recuperación moral fue más sencillo, debido a que su territorio y sus familias no sufrieron directamente el impacto dela destrucción y la masacre. Así fue como, tomando vanguardia, un grupo heterogéneo de artistas retomó el camino del realismo, enfatizando el detalle en contraposición a los informalistas. Estos pintores basaron sus obras en temas que abarcaban desde retratos, vistas de paisajes, escenas teatrales y objetos inanimados. Aunque se reconoce su inicio en los Estados Unidos, el retorno al realismo no se limito a ese país, que gracias al poder económico de sus compradores había tomado liderazgo para guiar los destinos del arte.. Así, vemos que en los sesenta, en España, el reconocido pintor Antonio López ya había iniciado su camino hacia el realismo con una pintura de gran valor y trascendencia. Lo cierto es que ese movimiento pendular de las cosas ahora apuntaba el regreso a la realidad, y así, nos encontramos con pintores de la talla del Chileno Claudio Bravo, el cubano Tomás Sánchez y el español Santiago Carbonell, entre otros. Dentro de esta corriente también se ubican los trabajos de escultores, como esos desnudos perfectamente trabajados por Andrea, o las obras de Segal, que recurre a emplear moldes del cuerpo del modelo en fibra de vidrio y resina de poliéster, a los que añade pelo y ropas verdaderas.
A algunos de los pintores involucrados en esta corriente se les ha conocido como fotorrealistas , ya que utilizan cámaras para acumular datos, los que posteriormente tomarán como modelo para trabajar sus obras. Esta idea no es nueva si tenemos en cuenta que el holandés Vermeer en le siglo XVII empleó la caja obscura para captar la imagen de sus modelos. No todos los pintores el objetivo ha sido el de igualar la perfección de la realidad. Algunos, como Tomás Sánchez, involucran en sus cuadros realistas un concepto místico y espiritual; otros como Claudio Bravo, trabajan el realismo infundiendo una vitalidad extrema a los objetos. En el caso de Armando Zesatti, considero que es el acercamiento a la belleza y al detalle lo que anima su obra. Este joven pintor mexicano nos demuestra que el pincel puede acercarse a la veracidad de la lente y que, además de ello, puede resaltar la estética de las cosas..
Armando nació en la ciudad de México en 1967. Durante su infancia la pintura fue tan sólo un pasatiempo al que con gusto dedicaba gran parte de su tiempo. Sus hermanos también dibujaban, pero con el paso de los años el único que guardó el gusto por la pintura fue Luis Armando. “Mi familia esta integrada por cinco hermanos hombre y una mujer. Yo soy el cuarto. Curiosamente, todos los hombres hemos tenido facilidad para el dibujo y la pintura, pero el único que hizo una carrera más cercana a lo artístico fue el menor. El sí llegó a terminar la carrera de Diseño Grafico y ejerce hasta hoy en día su profesión. En mi caso, el reconocimiento que recibía fue lo que me alentó durante muchos años a seguir trabajando en esto. Cuando tuve que elegir mi carrera primero me metí a estudiar Diseño, pero al año me cambié a la carrera de Administración. Y, desde muy chico, empecé a trabajar en el negocio de mi padre, pero siempre buscaba tiempo para pintar. Recuerdo que cuando iba como a la mitad de mi carrera, llegué a reunir varias piezas y presenté una exposición de dibujos. Los maestros de la universidad sabían que pintaba y me permitieron presentarla allí. Fue una aventura. Tenía una gran ilusión en exponer. Pues, la verdad, se me hacía difícil que se lograra vender algo, pero me fue muy bien; se vendieron varias piezas. Eso me alentó, así que me moví para seguir exhibiendo. Con la venta de mis cuadros llegué a ganar más que lo que mi padre me pagaba en su negocio. … Creo que saber que algunas personas le encontraban un valor a mi trabajo me dio mucha seguridad. Así fue como un día le dije a mi padre que me diera la oportunidad de dedicarme a pintar, y así empecé a pintar de tiempo completo”.
Armando estudió Administración en la Universidad del Nuevo Mundo, y aunque le hubiera gustado haber estudiado también la carrera de artes Plásticas, no se arrepiente de su carrera, pues como comenta, ella le ha permitido tener orden y estabilidad. “La administración me ha ayudado a tener un método para ordenar mi vida y para organizar mi trabajo. La carrera me ha permitido comprender ese mundo que rodea a los artistas y que, a veces, es tan incomprensible y difícil de manejar. A veces quisieras dedicarte nada más a pintar, pero tienes que dar a conocer tu obra y para ello debes exponerla, y tienes que entender el manejo de las galerías y de los precios. También es necesario entender que existen otros artistas cuyas obras han alcanzado cierta posición, y que si te contactas con una galería que no sea profesional, quizá en lugar de obtener un apoyo eso demerite la imagen de tu trabajo. En fin, es todo un mundo el que te rodea y aunque nada tiene que ver con el proceso de pintar, considero que es importante entenderlo y saber cómo moverte dentro de él. …Pero también te quiero decir que a veces pienso que también hubiera sido increíble convivir cuatro años con maestros y compañeros, y compartir con ellos su visión de la pintura. Me hubiera gustado haber podido estudiar más a fondo la historia del arte y conocer más acerca de las diferentes corrientes y estilos. Bueno, aunque nunca con la misma disciplina que en la universidad, pero siempre estamos, de alguna manera u otra, poniéndonos al día en lo que nos inquieta”.
¿Cómo ha reemplazado Armando la formación que da la escuela? En primer lugar, él se define como un pintor autodidacta. En sus años tempranos la idea de pintar siempre fue considerada, tanto por el como por su familia, como un pasatiempo. Sin embargo, Armando siempre mantuvo un gran interés: Deseaba superarse, adquirir un mayor dominio en el oficio, contar con mejores técnicas y con más conocimiento. Por ello, durante más de seis años, no obstante su limitado presupuesto, se pago clases particulares y se inscribió a diferentes talleres de pintura y dibujo. En un taller aprendió una cosa y en otro otra, y esas experiencias, aunadas a la consulta de libros y a una práctica muy constante, se han encargado de aportarle el perfeccionismo técnico con que ahora se desenvuelve.
En sus primeros trabajos eran dibujos minuciosamente realizados. No le importa el tiempo que tenía que invertir para lograr la perfección que él deseaba. Conforme fue adquiriendo control y conocimiento de los materiales, la pintura se volvió su gran pasión. El goce de pintar y de experimentar hizo que tratara una variedad amplia de temas: naturalezas muertas, paisajes, temas ecuestres, callejones de pueblos coloniales, incluso el retrato. Con el paso del tiempo la temática fue cobrando mayor importancia. Armando se fue volviendo más y más selectivo hacia las cosas que le gustaba pintar, y así llegó a encontrar su camino. Pero podría decirse que, por encima del tema, el ejercicio mismo de la pintura es su gran pasión.
El tema que despertó mayor interés en el publico fue el de los caballos. Recibía pedidos por todos lados. Le solicitaban temas ecuestres: sillas de montar, cabezas de caballos y caballos en pose de cuerpo entero. Fue así como, sin proponérselo, inicio esta primera etapa de temas ecuestres, que debido a la gran demanda se prolongó cerca de cinco años. “Hay temas que no me llaman la atención, como por ejemplo los bodegones o el retrato. Aunque los he trabajado, siento que no me motivan tanto como otros temas. Durante esos años en que pinté caballos, me mantenía cercano a los lienzos charros, los clubes hípicos, y estuve muchas veces en el hipódromo. Además de que esos lugares me permitían estar en contacto con la atmósfera y los elementos que plasmaba en mis composiciones, allí se encontraba el público al que le interesaban mis trabajos”.
Le fue difícil romper con esto, ya que el éxito estaba en sus manos, pero el avance de su carrera le exigía encontrar un nuevo reto, involucrarse con diferentes composiciones que le permitan trabajar libremente y no por encargo. Así, dio un giro y empezó a pintar cuadros con objetos que se repiten a lo largo de la tela. En estos cuadros observamos muñecas de trapo, canastas y baleros de madera pintada, todos ellos elementos inertes, creados por las manos sensibles del hombre. Ninguna de estas piezas le exigía captar una vitalidad ni una veracidad contundente, pero Zesatti dio un paso adelante y, dentro de este mismo género y formato, también pinto conjuntos de caracoles, flores, piñas de árboles y pescados. Ejemplos de lo anterior son cuadros como: Juguetes de madera, 1994, Caracoles, 1999, Muñecas de trapo II, 1995, Hojarasca, 1996 y La pesca, 1998. Y sobre todo comenta: “Hice unas composiciones con las piñas de los árboles. Había en ello una obsesión de repetir las formas una y otra vez. Por ejemplo, llegué a plasmar cuarenta o cincuenta piñas, de esas que se caen de los pinos. Y aunque no soy muy amante de pintar flores, en esa época pinté algunas composiciones con girasoles, alcatraces y otras aves del paraíso. Iba a l mercado a comprarlas ; las acomodaba. A veces les echaba agua y luego las fotografiaba, y ya con la fotografía me ponía a trabajar. Mi pintura es muy lenta. Trabajo en un cuadro cerca de un mes, así que las fotografías me salvan de muchos problemas, principalmente de pintar con las flores marchitas, o hacerlo del recuerdo, ya que éste muchas veces te traiciona. Me gustaba pintar las flores sobre fondos obscuros, ya que así provocaba que resaltaran más los colores”.
En la composición de estas piezas se hace necesario encontrar un equilibrio, tanto en la distribución y acomodo de los objetos como en el planteamiento de la luz y los colores. Todo ello debe crear un balance armonioso que otorgue coherencia estética a la obra, a fin de que ésta logre su fin último, seducir el ánimo. En esta serie de cuadros se puede apreciar, además de un avance en el manejo de los materiales, una gran seguridad par abordar el espacio, para reconstruirlo y saturarlo de objetos. Aunque este artista ha sido fiel a su genero de pintura, confiesa no sentirse invitado por el momento a trabajar en otras corrientes; desde mi punto de vista, en todas estas piezas subyace el principio compositivo del abstraccionismo.
Estas composiciones, en particular nos llevan a reflexionar sobre lo dicho en relación con que la pintura se inspira en la pintura, al igual que la música hace eco de la música misma. Así pues, en la creación artística es casi imposible encontrar una originalidad total. Es por ello que en las obras de un artista encontramos referencias de otros pintores, ya se presenten éstas deliberadamente o por casualidad. Lo importante es ver la forma como el pintor las integra en su propia manera de pintar: si en el conjunto están bien aplicadas, si es una mera imitación o si en ello existe una aplicación cabal que enriquece el trabajo. En el caso de estas composiciones repetitivas, me atrevo a recordar los maravillosos trabajos del maestro jalisciense Ismael Vargas, con sus filigranas realizadas con pequeños jarritos de barro pintados, o sus composiciones de rebozos y de flores. En sus paisajes podemos advertir la visión realista del ya mencionado Tomás Sánchez, aunque Zesatti acerca aún más su lente y aborda el paisaje , mientras que Tomás Sánchez deja que el paisaje lo aborde a él.
De estos formatos medianos, de vistas intimistas y espacios reducidos, Armando Zesatti se encamina hacia el paisaje. El gran espacio se volvió la atracción para sus composiciones. Lo primero que pintó fue el desierto, en cuadros como El maguey seco, 1996, Nopales y cactus, 1996, Nopalera, 1998, Organo, 1999, y en el titulado Camino al norte, Cactus I, 2002. En ellos se aprecia ese aroma a la tierra mexicana árida, reseca, donde el cactus crece airoso, resistente y noble, como su gente. En ellas, al igual que en sus composiciones anteriores, el pintor nos deja ver esa obsesión que siente por el detalle. Su ojo agudo escudriña cada fragmento: corteza, espinas, y aun las mismas cicatrices o heridas de las pencas son observadas. Nada que pueda ser captado por la vista queda fuera de la pintura. Sus pinceles se aproximan para revivir la luz y la sombra, el brillo y la opacidad, y en un esfuerzo de pintar el aire, llegan a pintar la atmósfera. “Cuando veo una planta que se ve muy caprichosa en sus formas y detalles, automáticamente ella me reta a querer pintarla. Me digo: ‘lo tengo que hacer’, por que está muy cerca a lo imposible. Hay algo como un impulso creativo que se arriesga y sabe que es cuestión de pasar las pruebas, de emplear la inteligencia y, sobre todo, de no caer en el autodesaliento. Pienso que es como armar esos rompecabezas de más de cinco mil piezas. Simplemente, hay que decir ‘es posible’, y luego, hacerlo”. Por ello, la pintura de Zesatti es extraordinaria, pues él siempre está dispuesto a salirse de lo ordinario, y es así como se llega a lo extraordinario.
Armando ha viajado incontables veces a las zonas desérticas de nuestro país, y aunque las fotografías de una cámara sencilla apoyan su memoria, haber estado en esos lugares es un hecho fundamental para su pintura. Zesatti aborda el paisaje, va a su encuentro. … Selecciona su encuadre, se mete a él, lo explora, se lo queda viendo y entonces lo retrata. Esos minutos previos son importantes ya que como en un golpe de aliento su sensibilidad se ha nutrido de aromas, de la vitalidad en la atmósfera, y en ocasiones hasta del dolor o del esplendor de una planta. “Te quiero decir que no siempre las fotografías salen tan bien; no se parecen en nada a como tú viste el lugar. Más en mi caso, que uso una cámara muy elemental y nunca he tomado cursos de fotografía”. Si no acudiera a estos encuentros, su pintura correría el riesgo de ser fría, tan solo imitativa, al depender en lo que el lente quiso ver. Así en estos desiertos que él nos ofrece se llega a advertir esa resequedad en el ambiente, así como un brillo especial en las cosas, provocado por la falta de humedad en la atmósfera y el viento que erosiona.
Para un joven inquieto la posibilidad de lo nuevo siempre está presente. De pronto, se sintió atraído por la latitud tropical. Viajando en otra dirección, se adentró a las zonas selváticas y recorrió las playas de la costa de Jalisco cercanas a Puerto Vallarta, permaneciendo en esos lugares una temporada. También pinto en la ciudad de Miami y en Seattle, Washington. Entonces, vemos surgir: conjuntos de palmeras, cocos, plátanos, playas abiertas y muelles repletos de veleros. Para cubrir estos temas, Armando ha ampliado todavía más sus formatos, sin tener en cuenta que estas piezas implicarían mayor tiempo de trabajo. “Es un deseo mío pintar cada vez más grande. Creo que eso permite que el cuadro te llegue a absorber aún más. Por eso me es difícil pintar al natural, pues no puedo llevar la tela con tanta facilidad, pero además, cuando estoy terminando el cuadro todo ha cambiado”.
Armando, en tu trabajo, ¿te gusta ser completamente fiel a la realidad, o tiendes a modificar ciertos detalles a tu antojo? “Me gusta ser completamente fiel a la realidad de las cosas. Pero mi obra no necesariamente es un retrato de un lugar especifico. Por ejemplo, un día tomé una fotografía de unos magueyes que se encuentran sobre Paseo de la Reforma, afuera del Museo de Antropología (en la ciudad de México). Me gustaron mucho esos magueyes rayados, de color amarillo y verde. Me gustaron la forma como estaban abiertos, con sus pencas dobladas, pero no me gustó el entorno, así que les pinte un entorno diferente. Pero en general soy fiel a la realidad, dibujo con rigor. Soy fiel a los colores y a las luces por que eso es lo que me gusta. Mi idea es, además de recrear la realidad, poder trasportar la atmosfera”. Cuando pintas, ¿revives la emoción que te causó el lugar? “De alguna manera sí, pero conforme estás pintando, cada días estás influido por diferentes cosas y tus emociones van cambiando, así que el cuadro contendrá la suma de las emociones de todo ese tiempo”. La verdad es que el paisaje y la pintura verdaderamente entusiasman a Armando y con ese ánimo pinta sus cuadros, que por lo general son brillantes, llenos de luz y colorido. Y agrega Armando: “…Pero debo decirte que el cuadro mismo interactúa contigo; él también te infunde su propio ánimo”.
Armando me ha confesado que uno de los aspectos del paisaje que más le gusta son los contrastes de luz y sombra. Con este anhelo, hace dos años viajo a la capital veracruzana, a la ciudad de Jalapa, donde los rayos de sol se filtran entre la bruma, causando un efecto brillante y a la vez deslavado en la exótica vegetación del lugar. Se inspiro en sus montañas y en el jardín botánico. Para pintar estos cuadros de aspecto mágico, Armando ha tenido que ajustar los tonos de su paleta volviéndolos más tenues, más trasparentes, a fin de poder mostrarnos una naturaleza donde la exuberancia es elegante y a la vez discreta.
SOBRE SU PINTURA
Estos cuadros me han invitado a meditar sobre la manera como los ojos de Armando Zesatti miran, y en particular sobre lo que ellos seleccionan; sobre la forma en que suceden estos particulares acercamientos a la naturaleza, que nos es común a todos, pero que cada cual observa de diferente manera. Armando es un joven franco, sencillo y con una gran transparencia en sus conceptos. Es vigoroso; no obstante, su mundo parece no perturbarse o, para ser precisos, perturbarse poco por nimiedades, ya que puede seleccionar lo trascendente de lo necio. Su apacibilidad se transmite y su libertad se goza. Con estos atributos que le son innatos, Armando ha seleccionado su camino, su oficio y sus temas. Sale de su estudio con el alma abierta, con la mirada atenta y el sentimiento dispuesto a la sorpresa, al enamoramiento de los sentidos. Pero es justo decir que tan sólo puede uno enamorarse de la vida cuando se tiene el deseo pleno de que esto suceda, cuando la disposición de admirar y de amar es grande y surge desde muy dentro. Caminando por la ciudad o en el campo abierto, de pronto la mirada del pintor se detiene, atraída por la belleza que le producen un montón de canastas colgadas, el colorido de unas muñecas de trapo, la piel labrada de una montura, la saturación de formas de una nopalera o la caprichosa vegetación de las selvas. En ese instante, rinde su primer tributo a la belleza y al amor. Aquí surge la pregunta: ¿existe la belleza por si sola, o la belleza existe porque alguien la otorga? Creo que ésta puede pasar desapercibida. En este momento, la cámara fotográfica sale a escena para retratar al modelo desde diferentes ángulos, con el fin de apoyar a la memoria en retener ese instante de luz y color. La composición del cuadro ha comenzado a gestarse aquí. La cámara ha registrado lo suyo, captando con la mayor fidelidad la armonía y el orden, pero el fotógrafo por su parte ha logrado guardar en sus sentidos otro tipo de información. En un paseo pueden haberse tomado más de veinte fotos, pero son unas pocas las que servirán de apoyo en ese gigantesco trabajo de reconstruir sobre la tela, con gran minuciosidad, todos y cada uno de los detalles que integran la composición.
Si no estuviéramos hablando de arte, podríamos pensar que el siguiente paso en su trabajo es arduo y rutinario. Pero es justamente en este momento en que se ha seleccionado el formato y el tema está a flor de piel, cuando da inicio la ceremonia de la pintura, que pone aprueba entre otras cosas la capacidad del pincel y la agudeza del ojo. A uno le reta con el dominio de la línea, y al otro, con la veracidad del color, Un trabajo tan arduo, tan exigente, no podría realizarse simplemente con tesón y persistencia. Creo que es necesario que el anhelo guíe el camino, que la ilusión y el reto se mantengan de aliados, en cuyo caso la pintura se va gozando, va marchando airosamente, retribuyéndole halagos y sorpresas a su creador. Es este diálogo exigente y sorpresivo a la vez, el que impregna en cada cuadro su propio encanto. No se requiere un ojo muy entrenado para poder advertir un trabajo que ha sido realizado mecánicamente, y es justamente esto lo que puede distinguir al gran arte de sus aspirantes más cercanos, los trabajos de diseño y de publicidad.
Podría decirse que el arte motiva a la reflexión, a ver y a profundizar en el espíritu de las cosas. El arte nos permite acercarnos de otra manera a la vida misma. En estas pinturas, Zesatti comparte con nosotros un universo mágico, lleno de detalles. En ellas abre la lente de su pincel y acentúa armoniosamente algunas plantas. Es así como, sin que nosotros lo lleguemos a advertir, ciertas plantas o ciertas hojas resaltan más que otras. Esto se debe a que el orden de importancia ha sido trastocado por el pincel para transmitirnos sus versos, para dar un sonido nuevo, un timbre más agudo o un silencio, un impasse o un profundo eco. Nos sorprende, en su cercanía, encontrar los fragmentos mas perfectos, aunque realmente no se trate de algo nuevo. El mundo que él pinta siempre ha estado allí, pero nuestra mirada abierta, carente de tiempo o a veces dispersa, no lo ha contemplado. El tema nos es familiar y en general agradable. Por eso vemos sus pinturas y con mucha facilidad nos adueñamos del espacio, pues en él reconocemos algo propio, algo nuestro. Sus pinturas tiene un impacto especial en nuestra emoción presente, pero también en nuestro recuerdo. De momento estamos mirando una raíz en un manglar ,unas palmeras al viento, unas pencas de plátanos, y a la vez estamos haciendo contacto con el recuerdo. Y así jugamos en el vaivén del tiempo, sorprendiéndonos y disfrutando de la paz que genera este mundo orgánico, que se sabe hermoso y por ello se luce de tan variadas maneras: arbustos, hierbas, pastos, árboles y enredaderas, o todas ellas se alían en conjunto para formar esas hermosas selvas, o bosques …o las praderas.
“…Pinto por que me gusta demasiado. Para mí descansar es cuando estoy pintando. Gozo la pintura y me gusta trasmitir a través de ella la belleza de lo cotidiano…”