Jorge Contreras


 

 

 

 

 

 

Jorge Contreras

Formas de presencia

2011

 

1. Todo mundo está hecho de arte

Y de alguna manera, el arte se trata de la vida, en todos sus aspectos; experiencias y emociones superficiales y profundas, sagradas y perversas; acontecimientos grandes y pequeños, situaciones que nos parecen contradictorias y coherentes, luminosas u oscuras, el arte constituye una forma de vida, una manera de estar en el mundo.
El mundo construido por el sistema y el conjunto de prácticas que llamamos arte, se parece cada vez más a un poema, a un mundo que solo se intuye, pero eventualmente se puede tocar, y nos revela cuánta falta nos hace. Es un mundo cuyo punto de partida es la posibilidad de vincular, mediante una labor muy íntima, la humildad de cada día con el asombro que nos ofrece el tacto, el olfato, la vista, el sonido, etc. No es un mundo donde se está sino un mundo en continua construcción donde es posible disfrutar todos los aspectos de la vida, un mundo en el que cada gesto es una celebración de nuestra experiencia como seres humanos.
Este mundo, en el caso de la pintura, inaugura siempre una forma de sensibilidad que oscila entre la inteligencia y la intuición; una sensibilidad que hace posible sufrir y disfrutar al mismo tiempo cada gesto, las tareas cotidianas, los placeres y necesidades que aparecen en cada jornada, la serena calma y la extraña angustia que produce la mirada.
Explorar nuestra forma de mirar como seres humanos, a partir de las necesidades y recursos de la pintura es poner en marcha una reflexión sobre nuestra presencia y sobre la forma en que estamos en el mundo, y con ello, dar cuenta de la comprensión que construimos junto a otros.
Si las imágenes en la pintura parecen estáticas, en los cuadros de Armando Zesatti es el espectador quien debe realizar el movimiento, convertirse en una especie de explorador de su interior, reaccionar sobre si mismo, y hacer aparecer sobre el “yo miro” un “yo siento”. En sus obras la mirada, como el pensamiento, ocurre en todo el cuerpo.
En Horizonte frio, 2011, Zesatti, logra que las olas dejen su espuma como nieve junto a todas las rocas; la humedad en las piedras es de agua congelada, al fondo cae una cortina que detiene la mirada haciendo impenetrable el espacio. La imagen trasmite le sensación de la mirada alterada por el frío, sugiere que no es un paisaje inventado es un lugar donde el artista ha estado; y mediante el sutil tono de la luz, logra expresar un ambiente, una disposición emocional.
Según Lacan todo el arte aspira a tomar la mirada. Sin embargo en las pinturas de Zesatti hay un viaje para explorar el funcionamiento de la mirada y su vínculo con todo el cuerpo, con la memoria, y con la propia presencia de quien observa, un recorrido sereno en busca de la paz que produce la comprensión de la voluntad escondida en el área, en las rocas, en le lento crecimiento de las plantas y las hierbas, la serenidad que produce la comprensión empática de la luz transformándose al tocar el todo, las hojas, el agua, etc.
Lejos de la representación y de la mimesis, sus pinturas ocurren como experiencia del cuerpo que es un artefacto sensible y un dispositivo de percepción al mismo tiempo; y suceden con una modulación de luz y color en función del espacio, poniendo en marcha presencias, actualizando fuerzas que están mas allá de la mirada. Si el cuerpo representa el apego a la materia, en la pinturas de Zesatti hay una referencia a la mente como posibilidad de liberarnos de ese apego.
En Piedras con agua, 2010, hay un empleo de a luz que hace aparecer al agua trasparente; el efecto de las líneas sobre las piedras, constituye un filtro que, mediante procesos inferenciales, permite al observador percibir la emergencia de profundidad y movimiento del agua; y al mismo tiempo, de la presencia de la luz y el viento. ¿Cuál es el centro de atención del pintor? ¿Qué decide mirar con tanto cuidado? Quizá no las piedras sino el agua que las cubre, y las conducta de la luz a través del agua. Con ello el artista parece sugerir detenerse en la secreta vida del agua, limpia y transparente en esta pintura; turbia y angustiada golpeando rocas en otras; sugiere explorar el misterioso encuentro de la luz y la mirada, observando la fractura que produce la aparición de imágenes.
En la medida en que el artista asume el riesgo de involucrar sus pinturas con otras formas de comprensión, en la medida que un artista decide arriesgar su mirada para observar el deseo de la luz, comprender la perspectiva de las rocas, sentir la ansiedad del agua, etc., nos recuerda que no es suficiente habitar el mundo para estar vivos; y que quizá es posible acceder mediante su obra, al placer humilde del descubrimiento de nuestra presencia.

2. Inventar palabras

Mar, agua, piedras, aire, plantas y hierbas, aparecen como forma de pensar, y con ello, de meditar; en su obra, pintar es una forma de presencia. Si la comprensión normalmente demandada la imposición de un principio y un final para ordenar la experiencia; construir secuencia de acciones, gestos, actitudes y emociones reconocibles, para generar la confianza que nos permite hacernos cargo de la manera en que estamos en el mundo, en el caso de estas pinturas, la luz, el color, las imágenes simplemente parecen ocurrir a través del artista.
Sus pinturas encuentran un tono antiguo y nuevo que nos recuerda que la mirada sencilla en el arte, como en la vida humana, es ya de por sí estética. Presentan también una forma de sensibilidad dirigida más bien a explorar la naturaleza de la imaginación humana, y a dar cuenta de la pintura como forma de pensamiento, y del arte como forma de vida.
Sus paisajes y figuras no representan ni significan, más bien son un lugar donde ocurre la experiencia, son un vehículo temporal de tránsito, y mientras estamos en cada obra, quizá sea posible intuir la tensión y distensión de las distintas modalidades que adquiere nuestra presencia, y darnos cuenta da la manera en que nuestra mirada como seres humanos nos permite también construir nuestra vida y participar en la vida en general de nuestro mundo.
En Piedras , rocas y montañas,2009, y en Tierra de gigantes, 2010 las rocas tuene formas orgánicas, se convierten en las partes de un cuerpo que no es humano, insinúa la existencia de un sistema vivo compuesto por elementos aparentemente inanimados, y dan origen al cuestionamiento sobre la voluntad que crea las formas del mundo sobre el deseo que mueve el agua y otorga su forma milenaria a las rocas.
Cada una de sus imágenes nos propone dejar por un momento entre paréntesis la necesidad de explicar nuestra experiencia de forma lógica, y nos sugiere tener confianza en una indagación sobre uno mismo en continuo e inesperado cambio; y estar cómodos en la vulnerabilidad de la mirada como proceso de transición.
El profundo silencio que reclama la luz cayendo entre las rocas y la arena, descubrimos la memoria del agua, la serenidad de las rocas expuestas todo el tiempo al intemperie, descubrimos el profundo placer de dialogar con la naturaleza empleando el léxico antiguo y siempre nuevo de la pintura. Un léxico de tres palabras, o cinco, capaz de explicar a través de una imagen nuestras emociones, expectativas, deseos y anhelos.
Explorar una imagen de ese léxico, comprendería en su propia naturaleza inestable; implica asumir la relación con la pintura como una modificación constante, en la cual las líneas y los colores con todos sus matices y tonos desaparecen para volver a levantarse otra vez siguiendo el funcionamiento de la luz.
Así, la emergencia de imágenes marca el lugar de la diferencia, trae a colación la manera de vivir nuestros deseos y nuestra hambre mientras observamos una pintura, subvierte el estado de la mirada y la disposición corporal; concentra los sentidos en un dispositivo que confiere integridad a las sensaciones y organiza el continuo flujo del sentido que se convierte en lenguaje. Cada imagen es entonces una instancia de nuestras emociones y nuestros deseos.
En el continuo emocionar en el que transcurre la experiencia humana, las configuraciones afectivas por las que reconocemos nuestras emociones, aparecen mientras modalizan nuestra comprensión, y desde luego nuestra conducta. En la obra de Zesatti, además de un diálogo íntimo con la luz , el color y el espacio, hay una reflexión sobre la manera en que las emociones se vuelven voluntad y dominio conductual que dicen lo que es posible mirar.
Desde luego hay diez, cien, mil maneras de observar el complejo tránsito de estímulos que constituyen cada experiencia; cada una nos permite reconocer nuestras emociones, y otorgar un ordena veces narrativo a cada uno de nuestros días. En la manera de percepción propuesta en sus pinturas se rebasa el sueño individual, y mediante metonimias, sinécdoques, metáforas, pueden observarse los eslabones de un pensamiento colectivo.
Cuando experimentamos el cambio de una emoción a otra, resulta un fenómeno similar a un cambio de mente o de cuerpo, de tal manera que si observamos este proceso, podemos darnos cuenta que nos convertimos en otras personas, o que lo que llamamos uno mismo está compuesto de varias personas.
Incluso, mientras explicamos nuestras experiencias en un ámbito emocional, aparece el concepto de realidad como algo independiente a nosotros. El efecto de las pinturas de Zesatti parece consistir en hallar nuevos registros para nuestros dominios conductuales, con la paciencia de observar y sentir con meticulosidad y cuidado cada detalle de sus imágenes. En sus piezas se observa la angustia y la serenidad de salir de la propia vida y hallar otra en el agua, las piedras, las plantas, el lodo las huellas que pinta para decir algo mas.
Así, en las obras surge la posibilidad de asistir al nacimiento continuo dela pintura, atestiguar su origen y al mismo tiempo su desaparición, grafía que puede configurar o no una imagen que se repite hasta deshacerse para convertirse en letanía que alude al deseo secreto de la luz de tener cuerpo, de presentar mientras convoca una potencia que no es humana.
Por otra parte, la obra de Zesatti plantea también una reflexión sobre las relaciones que construimos con otros seres humanos mediante el pensamiento y la composición de lo que llamamos mente. De alguna manera subraya la dimensión ética de la mirada, y admite la pregunta sobre la responsabilidad de lo que unos hacemos a otros. Si cada vida trascurre como una conversación con otros, y de esa conversación depende nuestro bienestar y nuestro sufrimiento; quizá en el arte sea posible sembrar la semilla dela esperanza radical que es la solidaridad.

3.La rotura de la mirada

En Aguas cristalinas, 2008, Zesatti parece abordar el misterio del encuentro entre la luz y el agua, lleva la disolución del azul y verde hasta el límite de su figuración; el fragmento capturado en la pintura, al transmitir el movimiento del agua y la descomposición de la luz en colores y tonos no remite a una imagen sino a un efecto, a una sensación; y a la pregunta fundamental sobre el intenso deseo secreto del agua.
Desde los textos de Wittgenstein es frecuente la idea de que la comprensión de la palabra o una imagen se ha desplazado de su supuesto contenido referencial hacia el uso que hacemos de ella, en el caso de Aguas cristalinas, parece que la propuesta del pintor no es descifrar la imagen, sino sentirla, e intuir el deseo que da origen a la mirada.
La estrategia del deseo descubierto en las pinturas de Zesatti parece ser el contagio, consciente de su carácter de proceso, mientras más difunde su ánimo trasladándose de una mirada a otra, de un cuerpo a otro, va dejando atrás el placer, a veces la falta o la represión. Dado que el deseo orienta nuestra percepción, averiguar mediante la pintura qué le da origen, es una manera de indagar sobre nuestro apego y nuestro aprecio por las experiencias de cada día.
Si el sujeto, según Lacan, está fijo en una doble posición, pues es el sujeto que se mira a si mismo mientras mira, y se presenta mediante la representación, en el funcionamiento de las pinturas, en la conjunción entre el punto de luz que emana del sujeto y el punto de luz que emana del objeto es lo que Lacan llamaría la emergencia contingente de la mirada.
En Lloviendo en las barrancas, 2010, la luz se encuentra con una lluvia, la huella del agua que cae y se extingue, transformándose en humedad y viento; nostalgia de la desaparición, esta obra trae a colación la noción de temporalidad; imágenes del paso del tiempo como tensión y distensión de nuestra presencia como seres humanos, tensión y distensión de nuestra alma.
En Horizontes, 2011, la imagen de unas rocas expuestas a la constante intemperie del mar, parecen también testigos serenos, sin tiempo, de un tipo de experiencia que escapa de los seres humanos, pero que es propia del encuentro del mar con las rocas, del sitio en el que se produce un dialogo cuyo sentido parece intuir el pintor; mediante un intenso azul, que admite la presencia del verde que se mezcla entre el agua para configurar la conducta del mar, Zesatti, construye una sensación de paz.
En muchas de sus obras, Zesatti aborda la forma de encuentro entre el mar y la arena, teniendo a las rocas como testigos y protagonistas, monolitos cuyas formas parecen obedecer a la voluntad del viento, imágenes de esculturas realizadas durante siglos por la naturaleza. En el trabajo de Zesatti, como sugiere Gilles Deleuze, la pintura simplemente ocurre, la imágenes nos sugieren una narración más bien hacen aparecer una presencia, buscan el vinculo entre la experiencia humana y lo sagrado.
En sus pinturas esa presencia emerge precisamente por la manera en que aparece la luz, tocando el agua, la tierra, las hierbas, las piedras; reiterando que normalmente nuestra forma de estar ene el mundo aparece modalizada por el apego, y por el ámbito emocional en el que nos encontramos.
Aludiendo a las marcas del tiempo como modalidad de la experiencia, pasado y futuro se encuentran en sus obras, no como un movimiento físico, sino como una transformación que nos permite, por una parte intuir la finitud de nuestra propia vida; y al mismo tiempo, descubrir que la mirada es, ya de pro sí, una reflexión sobre nuestro deseo y sobre nuestras formas de presencia como seres humanos.

Jorge Contreras
Oaxaca, 2011