Los Prodigios del Agua


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Los prodigios del agua

Juan Carlos Pereda

2006

 

En muchas de las utopías de Occidente late la idea de un jardín. Y esta idea promueve el convencimiento de que en la naturaleza arcádica, edénica el hombre fue alguna vez feliz y volverá a serlo. Aquel paraíso tiene también como constante un río, un lago o el propio mar, es decir, el agua está fuertemente asociada con esta idea.

 

Tal promesa nos la ofrece este artista, a través de sus sorprendentes cuadros de paisajes, o fragmentos de estos, con que nos recibe la presente exposición.

 

La pintura de paisaje también está cargada de la plenitud de un mensaje ético mediante el cual se nos enseña la base de la inevitable relación del hombre con el mundo; se nos dice que no merece la pena vivir sin una esperanza o sueño utópico, y se nos promete que en alguna parte nos espera un edén. Un jardín en el cual todas las dificultades nos son franqueadas. Si el lector ve con atención los cuadros de Armando Zesatti encontrará que los colores, las formas, las plantas, los árboles, los troncos y las hojas, las gotas de rocío o las brumas, nos recuerdan primero y nos prometen luego, que en algún momento fuimos o seremos felices en la relación con la naturaleza.

 

En sus nuevas pinturas, Armando Zesatti sigue representando con virtuosismo esta naturaleza variada que tiene como denominador común una visión edénica del paisaje. Sin embargo, contiene como innovación diversas representaciones del elemento agua.

 

Con la pintura de paisaje el hombre ha intentado aproximarse a la naturaleza para recrearla, y en la contemplación de esos paraísos que cuelgan de su pared se ha sentido él mismo artista, o ha vivido una sensación de plenitud o ha sentido el llamado de la naturaleza.

 

En el trascurrir de la historia del arte, la pintura de paisaje ha ofrecido la representación del fuerte impulso de transcribir fielmente los motivos naturales. En un momento dado los artistas optaron por el cultivo de un paisaje de orden simbólico, donde se buscó utilizar los elementos de la naturaleza como portadores de ideas; el paisaje como país en un proceso de individualización nacional; el paisaje como sinónimo de lo sublime. El paisaje moderno huye de la racionalización y da forma plástica a la añoranza de un estado virginal en que la naturaleza no se encuentre manipulada por el hombre.

 

He aquí la historia sucinta de la pintura de paisaje, que Zesatti ha sintetizado y volcado en cada uno de los lienzos. Él mira la gran tradición de Occidente desde el presente, se inserta en ella y la proyecta hacia el futuro con claros visos de que perdure y trascienda.

 

Armando Zesatti ha renunciado al jardín para pintar trozos de naturaleza donde no impere un orden humano. Su jardín ha sido trasmutado por selva, flora, jungla, paraje, manantial, lago o pantano, que por otro lado están tan a la mano que los hemos dejado pasar desapercibidos.

 

Con enorme destreza, con minuciosa atención y visible amor por el oficio, ha recreado las rugosas texturas de un tronco, el grafiti de una hiedra que crece adherida a una corteza, la rotunda forma de una piedra, el reflejo del agua que corre. Todo esto pierde la insignificancia que puede tener en la vida cotidiana para convertirse en un objeto privilegiado, lleno de belleza y armonía en un punto de reflexión que nos invita a evocar el misterio de la vida, la poesía que emana de la naturaleza o simplemente el despertar en cada espectador del sentimiento de plenitud ante la sencilla perfección de la naturaleza.

 

Zesatti ha traído a nuestra vista el paisaje, el entorno, la atmosfera, el espíritu del sitio que ha elegido compartir con el publico y lo hace con una capacidad singular.

 

En cada uno de sus cuadros está expresada la manera integral el dominio de la técnica, la riqueza cromática, la factura virtuosa , pero también el asombro, el cuestionamiento, el goce pleno por la naturaleza. Ha hecho de ésta un objeto de contemplación, casi de embelesamiento, y su trascripción no solamente deviene en fragmento pictórico sino en un escenario en el que el entorno natural redime la deshumanización del espacio urbano. El artista ha querido considerar la historia de las relaciones entre el hombre y la naturaleza desde una perspectiva donde nunca donde nunca aparece el individuo, ni los efectos destructivos de su intervención. Nos señala que la naturaleza, simple y sencilla, nos puede ofrecer un autentico placer estético.

 

Del trabajo paciente y profundo de Zesatti provienen escenarios que, cercanos a un verismo fotográfico, se revelan ante nuestra mirada como parajes recién amanecidos, inventados hace un minuto por un dios generoso, que algo tienen de ese mágico edén que ambicionamos.

 

Todo en la pintura de Zesatti, el follaje, el rio, las piedras, los troncos y las florestas vienen de otra parte y van hacia un destino que habremos de imaginar, pero que por ahora están aquí, en la pared, convidando naturaleza a nuestro espacio de la casa o de la oficina de la galería. Hay un cierto hedonismo refinado y sutil proporcionado por la luz que ilumina la arcadia de cada obra del artista.

 

Esta fluidez esencial de la pintura de Zesatti se basa en un trabajo paciente y profundo. Y en cada escena hay un fondo, una atmosfera y una textura inigualables. Todo fluye, se presenta vivo y palpitante, pero también cada cosa, cada instante, revela un sedimento de siglos, una espesura inmemorial.

 

A través de sus cuadros se puede decir que Zesatti ve el trascurso del tiempo en los cambios de luz, elemento importantísimo en el desarrollo de su obra, pues el pintor trabaja todo de día hasta que se extingue la luz natural. Los cuadros que componen esta muestra, así como el resto de su producción, dan testimonio de la enorme disciplina que debe desarrollar un artista para alcanzar el grado de meticulosidad que posee este creador. Basta mirar detenidamente cualquier obra para apreciar la casi obsesiva perfección, diría también el gran amor con que están realizadas cada una de las telas; la pincelada es precisa, nítida, segura y, según sea el caso, corta y de gran energía o larga y de plácida languidez. Todas con concierto y ritmo, todas para lograr intenciones precisas dentro de la representación de la naturaleza.

 

En el presente grupo de obras se aprecia un elemento de cierta novedad en la pintura de este artista que implica una gran dificultad técnica en su representación, pero que él ha logrado dominar con la misma maestría con que se refiere pictóricamente a los demás elementos que pinta. Me refiero al agua.

El primer cuadro al que quiero referirme individualmente es El Charco, en el que se aprecia la estatura del artista al otorgar alma al fango, al evidenciar una belleza oculta en un tema poco agradable como es un pantano de aguas estancadas que, no obstante, Zesatti ha convertido en un espejo que refleja tan intensamente el cielo.

 

En los cuadros La enramada, Sayulita y Atardecer el agua es protagonista. El artista se ha impuesto el reto de captar la relación entre agua corriente y piedras, interacción en la que tal vez sea la luz el elemento más importante. En La enramada el agua cubre piedras que al ser barridas por la corriente son espejo inconstante de ramas de árbol, las cuales no se aprecian sino en la intención del colorido plasmado con pinceladas de verde. Las rocas emergentes del decrecido caudal evidencias el talento del artista para representar texturas, humedades, atmosferas y hasta temperaturas. Atardecer es quizá el más abstracto de los lienzos de este grupo, pues no hay referente descriptivo sino la luz reflejada en las apacibles olas del mar. En estos lienzos la luz es el elemento en virtud del cual se genera en el espectador, la difícil ilusión del agua en movimiento. El movimiento del liquido aporta una dificultad técnica mayor, que el pintor ha superado para lograr una veracidad que podríamos apreciar como hiper-realista.

 

Un lienzo que llama poderosamente la atención por su notable evocación de temperaturas, humedades y texturas es Secretos, en el cual los incontable tonos de verde se alternan con delicados grises y pardos para lograr le exacta descripción de una fugaz visión de medio de un bosque tórrido.

 

Zesatti le ha conferido no solo alma de paisaje sino también lo ha humanizado. En Alma gemela pareciera darle una cualidad narcisista a la selva tropical, al describir un paisaje que descubre su belleza cuando se ve reflejado en el agua; en esta historia, la consecuencia de la visión que devuelve el espejo es el descubrimiento de un proceso de muerte paulatina, pero también de regeneración. El tema pareciera reiterarse de forma de más cercana en Estanque, donde ocurre el mismo fenómeno pero descrito con un tipo distinto de plantas y una visión mas concentrada, como para intensificar el sentido de la escena.

 

Un estanque de agua clara es escenario para las hojas circulares de lirios que apenas empiezan a florecer. No obstante; puede deducirse que el tema central es la recreación del lago. Es interesante ver como ha logrado trasmitirnos la sensación del espacio que ocupa el agua traslúcida que en su inmovilidad crea un espacio virtualmente abstracto.

 

Los dramáticos contrastes que pueden existir en la naturaleza se hayan sintetizados de forma convincente y reveladora en el lienzo La Ramona, donde la tersura, lozanía y fragilidad de plantas de hojas diminutas que acentúan todavía más la delicadeza y fragilidad del follaje se contrapone a la rugosa textura de un vetusto tronco. La fuerza pero también la apacible belleza con que Armando Zesatti nos describe la escena son casi conmovedoras.

 

La imaginación poética también es materia del pintor, y con ésta convierte los fantasmagóricos troncos de árboles en hamacas que tienen la vista más paradisiaca imaginable. La composición resuelta en tres planos refrenda la postura del artista ante la naturaleza; tierra, mar y cielo son para goce y disfrute del espectador.

 

La pintura como espejo del mundo es tema de A orillas del río, un cuadro de generosas proporciones en el que el pintor expresa claramente su objetividad ante el paisaje. En este lienzo detalla la naturaleza en sus ciclos de vida, y coloca al agua, aunque no de forma protagónica, como fuente de vida. Es interesante cómo el artista ha tomado las hojas marchitas del árbol para aumentar la verdad y la belleza de la escena donde la luz es condición de posibilidad para apreciar el prodigio de vida.

 

Una cierta nostalgia es el sentimiento que nos pueden inspirar los paisajes Mesquitic I y II, aderezados ambos con juncos secos de tonalidad amarillenta. El grato contraste de colores tan opuestos pero tan perfectamente complementarios como el azul del agua y el sepia de las plantas secas constituyen una provocación para ese terso sentimiento, que pronto se disipa en el horizonte que se abre generosamente en los lienzos, dándole libertad de vuelo a la vista.

 

Con un verismo fotográfico, sin embargo alejado de la fría objetividad que caracteriza a ese tipo de registros, encontramos la delicada intención del artista de expresar el enlace de una palma con una flor no como anécdota sino como símbolo en el magnifico cuadro Abrazo. ¿Será este lienzo un reflejo de la emoción que lo embarga ahora que se encuentra en vísperas de contraer matrimonio?

 

En sus paisajes de floresta tropical se desarrolla una espesa maleza casi impenetrable. La saturación de follajes, como se aprecia en Delirios, adquiere un barroquismo que se traduce en horror al vacío. Así ocurre en esta intrincada escena, compuesta por delirante vegetación: la terrestre, la acuática y la virtual, que solo existe en el reflejo de si misma en el agua, pero que ayuda en gran medida a saturar de vegetación la superficie del lienzo.

 

Como contrapunto al horizonte de tierra húmeda y de temperatura tropical, en la muestra aparece una enorme palma que se erige majestuosa, recortándose contra el cielo de intenso azul. La potente figura de la Yuca no ha sido descrita en toda su forma, pero tal vez sea esa fragmentación le que le otorga una monumentalidad que deviene en una especie de galaxia vegetal, donde los cometas de intensa luz verde poseen una cauda de hojas secas.

 

El agua corriente es nuevamente abordada como base y primer plano en Manantial, un cuadro donde el artista puede lucir plenamente sus habilidades, y en el que la luz y el espacio son condición para que la naturaleza se muestre en todo su esplendor. La armonía con que se han dispuestos las tonalidades de verde esta escena puede venir únicamente de la observación minuciosa de la naturaleza.

 

El agua también ha sido invocada en esta muestra como beneficio del cielo, la lluvia vivificadora que humedece y vitaliza, dándole nuevos verdes a la naturaleza. El acontecimiento está testimoniado en Temporada de lluvias, obra también de gran mérito técnico y sutil significación.

 

Cierra la exposición un lienzo de tema peculiar titulado, Piscis, que presenta al agua como ámbito de vida. Aquí están detalladas caprichosamente las bellas deformaciones que experimenta el reflejo de diversos peces de distinto tamaño y color cuando la luz solar entra en contacto con ellos. El paisaje subacuático nos lleva una vez más a otra realidad, la que nos hace visible la magia del arte.

 

Técnicamente los cuadros de Zesatti son de una modernidad. Considerándose él mismo autodidacta, ha logrado una depurada técnica que resulta muy contemporánea. Al igual que pintores de notable vigencia como David Hockney o Alex Katz, Armando Zesatti aplica la pintura sin mezclar los colores. Las pinceladas son lisas y tersas, con mayor o menor densidad de pintura. No aplica capas superpuestas de pigmento, sino que determina zonas de color que, vistas de cerca son una especie de rompecabezas, y que a la distancia se tornan impecables escenas de la realidad. Es sorprendente cómo puede recrear lo mismo texturas rugosas que otras de gran tersura y lozanía, y cómo en éstas se refleja con tanta veracidad la luz del sol y como pueden además sugerir tan convincentemente humedad o resequedad. Sorprende también cómo hace correr un caudal de agua o cómo da movimiento a una rama de árbol, creando pincelada a pincelada un verdadero universo pintado.

 

En muchas zonas de los cuadros de Zesatti el dibujo aflora en la superficie pictórica para delimitar algunos objetos como hojas, piedras, fragmentos de tronco, ramas, logrando un convencimiento que hacen lucir a sus lienzos como ventanas a un jardín, una selva, a un lago, a un rio.

 

La obra de Armando Zesatti es, en suma, una serie de vivencias fijadas en fragmentos de paisajes expresados con colores y formas que van mas allá del instante y que buscan perdurar para todos los tiempos.